viernes, 13 de mayo de 2011

El celtismo en la encrucijada

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El debate sobre los orígenes de la población gallega revive en el congreso sobre cultura celta de Narón.

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La montaña sagrada de O Seixo, los petroglifos y el laberinto atlántico de Mogor. Todos los mitos y leyendas del Olimpo celta puestos bajo la lupa científica, sometidos al exigente escrutinio de la genética, la arqueología y la lingüística para discernir la realidad de la mitología. Treinta y nueve expertos de nueve universidades en siete países (Argentina, Venezuela, Brasil, Alemania, Francia, Portugal y España) y 50 alumnos se dan cita desde ayer en el inmenso patio de butacas del Pazo da Cultura de Narón en el III Congreso Internacional de la Cultura Celta que organiza el Instituto Galego de Estudos Céltigos.

La huella de los celtas de la Europa atlántica es el eje argumental que alimenta tres intensos días de charlas y conferencias de la mano de historiadores, arqueólogos, antropólogos y lingüistas, que están decididos a zanjar el eterno debate sobre el origen celta de Galicia. Sin embargo, el congreso no escapa a la larga polémica que enfrenta a los entusiastas del celtismo galaico, que ven una mano celta detrás de cada aglomeración megalítica, frente a los más escépticos, que reclaman mayor rigor científico para documentar.

El congreso se planteó, según sus organizadores, con "el principal objetivo de cerrar el debate sobre el origen celta de los gallegos" a través de tres líneas de estudio: la genética, la lingüística y la arqueología institucional. Uno de los principales valedores de esta tesis es el historiador naronés, Andrés Pena Graña, firmemente convencido de que los celtas fueron "una de las grandes civilizaciones del mundo", que sitúa a la altura de la egipcia, y donde Galicia "jugó un papel central" para su expansión, arrastrando el celtismo hacia "la otra orilla del Atlántico". El primer escollo para rubricar esta teoría lo pone la genética. Ángel Carracedo, catedrático de Medicina Forense de la Universidad de Santiago (USC), se desplazó ayer hasta Narón para exponer el resultado de sus investigaciones sobre los movimientos de poblaciones en el noroeste de la Península Ibérica después de muchos años rastreando y comparando patrones genéticos.

De acuerdo a sus estudios, hace más de 20.000 años, tras la última glaciación, los primeros europeos se refugiaron del hielo en la franja norte de la Península y desde Galicia, se catapultaron hacia Irlanda y Gran Bretaña, antes de regresar al viejo continente por la Bretaña francesa.

Para seguir el rastro de las migraciones humanas a través de los genes, su departamento coteja el cromosoma Y de los hombres y el ADN mitocondrial de las mujeres, que son los dos factores genéticos que suelen permanecer inalterables y que permiten ligar linajes. No obstante, la exposición de Carracedo, que abrió el congreso naronés, se circunscribe únicamente a la genética y precisó que no es su competencia determinar si aquellos hombres que migraron a Irlanda desde Galicia fueron celtas o no. Manifestó que al factor genético hay que sumar los datos históricos, arqueológicos, toponímicos y lingüísticos para forjar hipótesis sólidas que acrediten esa herencia celta. Graña le imprime el toque romántico a las migraciones humanas y defiende que los supervivientes al hielo llegaron a Galicia siguiendo la constelación de la Vía Láctea, el primigenio Camino de Santiago. Está convencido de que rentabilizar el legado de Breogán tendría un enorme potencial turístico para Galicia.

Detrás del congreso está el Ayuntamiento de Narón, que desembolsó 32.000 euros para financiar la cita, casi el doble de lo que aportó la Xunta de Galicia, a través de la Consellería de Cultura, y la Diputación provincial, en tercer lugar, con una contribución más discreta. El director general de Patrimonio de la Xunta, José Manuel Rey Pichel, pasó ayer por la inauguración terciando en la polémica del celtismo por la calle del medio. "Ni todo el pasado de Galicia se explica únicamente por el celtismo, ni el legado celta se asienta únicamente sobre un mito sin valor histórico", subrayó Pichel. Admite el "innegable peso" de la cultura celta pero apunta que "su apasionada defensa" ya sufrió "más de un vaivén".

El celtismo galaico tiene su particular Olimpo en lo alto de Monte Seixo, en Cerdedo (Pontevedra). En la cima hay un portal megalítico (portalén) donde el etnógrafo Carlos Solla marca la frontera entre el reino de los vivos y los muertos de la cultura celta. Cuenta que atravesarlo requería todo un ritual que obligaba a cruzarlo de este a oeste en completo silencio, portando una pequeña ofrenda y regresar desandando los propios pasos. Para este espacio plagado de símbolos, lagunas y energía telúrica, al que se accede siguiendo un extraño sendero de piedras, Solla reclama la consideración de "monte sagrado" y lo compara con la "Cidade da Cultura del Gaiás o un parque temático del mundo celta" por la intensa acumulación de leyendas en pocos metros.
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